25/07/2025
Mientras el sistema de salud depende cada vez más del personal de enfermería, quienes trabajan de noche enfrentan jornadas solitarias, alteraciones del sueño y desgaste físico-emocional. Sin embargo, su bienestar continúa fuera de la agenda.
En la calma aparente de la noche hospitalaria, cuando los pasillos se vacían y las luces se atenúan, los enfermeros nocturnos siguen en pie. Cuidan mientras el resto del mundo duerme. Lo hacen en silencio, muchas veces en soledad, lejos de sus seres queridos y a contratiempo del ritmo social. Allí, entre dudas y reafirmaciones vocacionales, se pone en juego una pregunta que atraviesa generaciones de trabajadores de la salud: ¿quién cuida de los que cuidan?
La enfermería, más allá de ser una profesión, es una
respuesta activa a las necesidades humanas. "Cuando nace una necesidad, también
nace un derecho", afirma una premisa que se refleja profundamente en esta
práctica. Sin embargo, en el ejercicio cotidiano, ese derecho al bienestar, al
descanso adecuado, a un sueldo digno o a un entorno laboral saludable, muchas
veces se ve vulnerado.
Los antiguos referentes del oficio, como Christine Belle,
recordaban que el trabajo del enfermero consiste en "amortiguar la tristeza y
celebrar el deber cada día". Pero esa filosofía parece desdibujarse en el
trajín de las noches interminables, donde el aislamiento y el desgaste físico
comienzan a dejar huellas visibles.
Un estudio reciente realizado en un centro hospitalario
evidencia que la calidad del sueño de los trabajadores del turno nocturno se
encuentra discretamente alterada. Se registraron dificultades en la calidad
subjetiva del descanso, en la latencia y continuidad del sueño. Aunque el uso
de medicación para dormir fue bajo, se identificaron síntomas recurrentes como
fatiga crónica, cefaleas, dorsalgias y dolores musculares, entre otros.
A pesar de estos datos, no se ha podido establecer una
correlación directa entre factores como la edad, el sexo o las cargas
familiares y la calidad del sueño. Sin embargo, sí se observaron relaciones
entre la antigüedad en el turno nocturno, los dolores físicos y el deterioro
del descanso.
Los turnos rotativos, en los que el personal debe alternar el sueño entre el día y la noche, provocan desajustes en el ritmo circadiano. Esto genera un agotamiento sostenido que, con el tiempo, puede desembocar en cuadros de fatiga emocional, ansiedad o trastornos psicosomáticos.
Con el paso de los años, la enfermería ha ganado centralidad
en los sistemas de salud. Su rol se volvió más complejo, más técnico, más
crítico. A pesar de ello, las condiciones de trabajo, especialmente en horarios
nocturnos, no han evolucionado al mismo ritmo. Falta de reconocimiento, escaso
acompañamiento institucional y una salud física y mental vulnerada son parte de
una realidad muchas veces invisibilizada.
Como decía el escritor Ovidio, "la noche es más triste que
el día". Para quienes sostienen los cuidados mientras el mundo duerme, esa
tristeza no es solo poética: es una vivencia concreta que, de no atenderse,
puede convertirse en un costo humano silencioso.
¿Quién cuida al cuidador? La respuesta, por ahora, sigue sin
aparecer.
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