04/06/2025
Uno de cada diez adultos padece pérdida auditiva, aunque muchos lo desconocen. Detectarla a tiempo es fundamental para prevenir el aislamiento social y mejorar significativamente la calidad de vida.
Cuando Laura tenía 43 años, comenzó a notar que le costaba seguir las conversaciones en reuniones de trabajo. Al principio pensó que era por el ruido ambiente o por su cansancio. Luego, sus hijos le dijeron que subía demasiado el volumen del televisor. Pero no fue hasta que comenzó a evitar encuentros sociales por miedo a no entender lo que decían, que sospechó que algo no estaba bien.
Como Laura, millones de personas conviven con
hipoacusia sin ser conscientes de ello. Según la Organización Mundial de la
Salud (OMS), más de 430 millones de personas en el mundo padecen pérdida
auditiva discapacitante, y se espera que esa cifra aumente a 700 millones para
2050. En adultos, especialmente a partir de los 40 años, esta condición suele
pasar inadvertida o se asume como parte natural del envejecimiento, lo que
retrasa el diagnóstico y agrava sus consecuencias.
La hipoacusia no es simplemente oír menos; es
también perder parte de la conexión con el entorno. Afecta la comprensión del
habla, la interacción social y puede conducir al aislamiento, la ansiedad o
incluso la depresión. "El problema es que muchas veces no se reconoce como una
discapacidad porque no es visible. Las personas se adaptan a oír menos sin
darse cuenta del impacto que eso tiene en su calidad de vida", explica la
fonoaudióloga Patricia S. Luna, especialista en rehabilitación auditiva.
El desconocimiento es tal, que muchos adultos no asocian los síntomas tempranos con un problema auditivo. "Confunden no entender lo que se dice con falta de atención o incluso con un problema cognitivo", agrega Luna. Esto es especialmente preocupante porque hay evidencia científica que vincula la pérdida auditiva no tratada con un mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
Pese a los avances tecnológicos y la existencia de
audífonos cada vez más discretos y eficaces, persiste un estigma. Algunas
personas se niegan a usarlos por razones estéticas, por vergüenza o por
desconocer cómo acceder a ellos. Además, en muchos países, los dispositivos no
están completamente cubiertos por el sistema de salud, lo que limita el acceso
a quienes no pueden costearlos.
"En mi caso, me llevó casi cuatro años hacerme un
estudio auditivo. Siempre encontraba una excusa: el trabajo, los hijos, el
tiempo. Hasta que un día, en una cena familiar, me di cuenta de que no había
entendido ni la mitad de lo que se habló. Sentí vergüenza, pero también
tristeza", cuenta Laura, quien tras su diagnóstico comenzó a usar audífonos y
asistir a sesiones de adaptación.
Los especialistas insisten en la necesidad de
campañas de concientización, chequeos auditivos periódicos y educación sobre
salud auditiva. Al igual que se mide la presión arterial o la vista, la
audición debería evaluarse regularmente, sobre todo a partir de la mediana
edad.
Detectar la hipoacusia a tiempo no solo mejora la
calidad de vida, también permite mantener la autonomía, la vida social activa y
la salud emocional. "No es normal dejar de escuchar. No es parte de 'hacerse
viejo'. Es un problema de salud que puede y debe tratarse", concluye la
fonoaudióloga Luna.
Mientras tanto, muchas personas siguen en silencio,
adaptándose a un mundo que cada vez escuchan menos. El oído calla, pero la
necesidad de oír y ser oído permanece intacta.
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5 de junio de 2025
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