03/06/2025
Los perros especialmente entrenados para asistir a niños con autismo los ayudan a superar diversas dificultades, en particular aquellas relacionadas con la interacción social y la comunicación.
"Desde que llegó Coco, Tomás duerme toda la noche. Ya no tiene esas crisis que antes nos desbordaban", cuenta Mariana, madre de un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Coco no es un terapeuta ni un médico: es un golden retriever entrenado especialmente para asistir a niños con autismo. Su presencia, sin palabras, pero llena de afecto, logró algo que años de terapias no habían conseguido: calma.
Cada vez más familias y profesionales recurren a
perros de asistencia o de apoyo emocional para mejorar la calidad de vida de
niños y niñas con TEA. Los beneficios se multiplican: mejoran la comunicación
no verbal, ayudan a regular la conducta, reducen los niveles de ansiedad y,
sobre todo, construyen un puente entre el mundo interior del niño y el entorno
que muchas veces les resulta difícil de entender.
"Lo que hace el perro es aceptar al niño tal como
es. No juzga, no exige. Y eso genera confianza y seguridad emocional", explica
la licenciada en psicología Graciela Medrano, especialista en terapias
asistidas con animales. En sus sesiones, los chicos interactúan con perros
entrenados: los acarician, les enseñan trucos, juegan a buscar objetos. A
simple vista parece una actividad recreativa, pero detrás hay objetivos
terapéuticos claros.
Estos perros son seleccionados desde cachorros por su temperamento dócil y entrenados durante más de un año. Aprenden a acompañar sin invadir, a responder a señales específicas y a detectar estados de ánimo de sus pequeños compañeros humanos. No reemplazan a la terapia tradicional, pero sí la potencian.
Un estudio realizado por la Universidad de Lincoln,
en el Reino Unido, concluyó que los niños con autismo que convivían con perros
entrenados mostraban una reducción significativa en los niveles de cortisol, la
hormona del estrés. Además, se observó una mejora en las habilidades sociales,
especialmente en la interacción con otros niños.
En Argentina, la Fundación Bocalán y la organización
Perros que Curan llevan adelante programas que capacitan a estos animales para
asistir a personas con diferentes discapacidades, incluido el autismo. "La
lista de espera es larga, pero los resultados son impresionantes", dice Mariano
Toledo, entrenador especializado. "Una vez que el perro se integra a la
familia, empieza un proceso de transformación."
Benjamín tiene 8 años y hasta hace dos no miraba a
los ojos ni respondía a su nombre. Hoy, gracias a su perra Lula, no solo
interactúa con su entorno, sino que también comenzó a leer cuentos en voz alta.
"Le lee a Lula. Eso le da confianza. Y ahora quiere hacerlo con otros chicos",
cuenta su papá con una sonrisa emocionada.
Los expertos coinciden: el perro no "cura" el
autismo, pero sí ayuda a atravesarlo con más herramientas. En un mundo que
muchas veces se vuelve caótico e incomprensible para estos chicos, un compañero
de cuatro patas puede ser un faro de calma, conexión y amor incondicional.
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4 de junio de 2025
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