29/07/2025
En tan solo dos semanas, se registraron tres ejemplares sin vida en distintos puntos del río.
Tres ballenas aparecieron muertas en distintos puntos del Río de la Plata en menos de dos semanas. Los ejemplares, de especies diferentes y hallados en condiciones poco habituales, encendieron la alerta entre especialistas e investigadores, que evalúan si se trata de hechos aislados, señales de alarma ambiental o un posible síntoma de cambios más profundos en el ecosistema del estuario.
El primer hallazgo se produjo en la costa de Vicente
López. Días después, otro cuerpo fue detectado en la Costanera Norte. El más
reciente ocurrió en Zárate, donde una ballena jorobada fue avistada ya en
avanzado estado de descomposición. Los tres casos tuvieron lugar en el área
metropolitana de Buenos Aires, una zona donde no es frecuente observar este
tipo de animales, mucho menos con tal proximidad temporal.
Aunque existen registros esporádicos de cetáceos que
se internan en el estuario o remontan el Paraná, la frecuencia de los últimos
episodios resulta inusual. Además, las especies involucradas dos ballenas sei
(Balaenoptera borealis) y una jorobada (Megaptera novaeangliae) no son comunes
en aguas fluviales. Las sei, en particular, son animales oceánicos en peligro
de extinción, con escasa tolerancia al encierro y adaptadas a ambientes marinos
profundos.
Las causas aún no están claras, en parte por la
imposibilidad de realizar necropsias completas debido al estado de
descomposición de los cuerpos. Sin embargo, los especialistas coinciden en que
los varamientos no responden a un único factor. Entre las posibles
explicaciones se barajan tormentas, desorientación, colisiones con buques,
contaminación acústica y los efectos indirectos del cambio climático.
Miguel Iñíguez, presidente de la Fundación Cethus,
explicó que los ejemplares encontrados en Vicente López y Costanera podrían
haberse desviado de su ruta por una tormenta. "Al ingresar en un ambiente de
agua dulce, sin la salinidad que necesitan, pueden haber sufrido un colapso
fisiológico", indicó. En cambio, el caso de Zárate habría tenido otro origen:
una colisión en mar abierto, según señaló Mariano Coscarella, investigador del
CONICET en el CESIMAR.
El tráfico portuario y el aumento del ruido submarino también son factores en observación. Laura Prosdocimi, investigadora del MACN-CONICET, remarcó que los cetáceos dependen del sonido para orientarse, alimentarse y comunicarse. "Las interferencias acústicas pueden provocar desvíos o comportamientos erráticos", explicó. A eso se suman las características propias del estuario baja profundidad, turbiedad, escasa visibilidad que pueden convertirse en una trampa para estos animales.
Coscarella destacó además que la ballena sei es una
especie poco estudiada en la región. Recién en 2024 se logró colocarle
rastreadores satelitales, y todo indica que su ruta migratoria pasa cerca de la
boca del Río de la Plata. "Cuando una población crece, algunos individuos
comienzan a explorar nuevos hábitats. El ingreso al sistema fluvial es
riesgoso, pero podría responder a ese patrón biológico".
También podría influir la recuperación demográfica
tras la moratoria internacional contra la caza de ballenas, vigente desde 1986.
Esa recuperación, aunque lenta, habría comenzado a generar avistamientos en
zonas donde antes resultaban improbables. "Cuando una población se expande,
también lo hace su distribución", señaló Iñíguez.
El cambio climático, aunque no directamente
responsable de estos eventos puntuales, sí altera variables clave como la
disponibilidad de alimento. En zonas de alimentación como la Antártida, el
calentamiento global afecta al krill, principal fuente de nutrición de varias
especies de ballenas. Esa presión puede forzarlas a recorrer distancias mayores
y explorar rutas menos frecuentes.
Frente a este escenario, los investigadores remarcan
la importancia de fortalecer los sistemas de monitoreo y respuesta rápida ante
varamientos. Si bien existen redes de rescate y protocolos establecidos, los
recursos disponibles siguen siendo limitados. Iniciativas como los corredores
seguros para buques ya implementados en el Golfo Nuevo podrían adaptarse a
otros entornos de navegación intensiva.
Mientras continúan los análisis, los especialistas
coinciden en que no hay una tendencia clara ni un patrón unificado. Aunque no
se descarta que estos episodios estén relacionados con factores ambientales más
amplios, por el momento deben analizarse como hechos puntuales que requieren
observación sostenida y respuestas coordinadas.
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29 de julio de 2025
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