06/06/2025

El Bona

Usan placenta humana para tratar heridas difíciles y recuperar energía tras el parto

La placentofagia, inicialmente popularizada por celebridades, es hoy una práctica elegida por un número creciente de personas gestantes. Sin embargo, ¿qué respaldo ofrece la evidencia científica sobre sus beneficios reales?

Soledad salía del quirófano tras haber dado a luz a sus mellizos, Luca y Renata, en el Hospital Materno Infantil de Mar del Plata. En la sala de espera, su madre sostenía con firmeza una conservadora. Adentro no había comida, sino las placentas de los recién nacidos. Días después, Soledad tomaría una de ellas cruda, en un licuado con frutos rojos. "Fue una bomba de energía", aseguró.

Consumir la placenta, una práctica conocida como placentofagia, sigue siendo un tema tabú. Aunque culturalmente marginal, gana notoriedad cada vez que una figura pública la menciona. Este órgano, que durante el embarazo conecta al feto con la madre y lo nutre a través del cordón umbilical, es luego ingerido por algunas mujeres, crudo, deshidratado o encapsulado. Incluso hay quienes lo transforman en productos como cremas, shampoo o jabones que también usan otros miembros de la familia.

El actor Tom Cruise fue uno de los primeros en popularizar el concepto, aunque más tarde negó haberlo hecho. Luego, Kim Kardashian compartió cápsulas etiquetadas con su nombre. Juana Repetto y Agustina Kämpfer también encapsularon la suya. Más recientemente, Camilo Echeverry reveló que su esposa, Evaluna Montaner, la consumió luego del parto de su hija.

En Argentina, el marco legal permite a las familias llevarse la placenta tras el parto, siempre que no se requieran estudios médicos. Así lo establece la Ley de Parto Humanizado desde 2004. "Hay más familias de las que creemos que recurren a este método", explica Laura Fitch, doula e instrumentadora quirúrgica. Su trabajo consiste en acompañar emocional y físicamente a las mujeres durante el embarazo y el puerperio, y también en transformar placentas en cápsulas y cosméticos.

La profesional se apoya en investigaciones como la tesis de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que describe cómo esterilizar, deshidratar y conservar la placenta. Aunque la actividad no está regulada por instituciones médicas, Fitch sostiene que se deben tomar precauciones higiénicas. "Mujeres con enfermedades como sífilis o VIH, aunque estén tratadas, no pueden usar su placenta porque representa un riesgo", aclara.

Los testimonios de quienes probaron la placentofagia son variados. Kim Kardashian aseguró sentirse más saludable y con energía. Repetto habló del "poder vitamínico y mineral" de la placenta, que ayuda con la lactancia y la depresión post parto. Algunas madres afirman que las cápsulas las ayudaron durante el puerperio o que los jabones aliviaron problemas de piel en sus hijos.

El proceso, según explica Fitch, comienza con la entrega de la placenta en una conservadora a las pocas horas del parto. Una vez en su laboratorio casero, la deshidrata, la tritura hasta convertirla en polvo y la encapsula. Cada frasco contiene alrededor de 50 cápsulas, que no tienen un prospecto específico: la madre las toma cuando lo considere necesario.

Además de las cápsulas, Fitch elabora jabones con glicerina hipoalergénica, cremas con vitamina E y shampoo para tratar la caída del cabello. La placenta también puede ser utilizada con fines artísticos: algunas madres eligen hacer una impresión sobre papel con forma de "árbol de la vida" y conservarla como recuerdo.

Otro uso poco difundido es el de la membrana amniótica, que recubre la placenta. Una vez disecada, se emplea como apósito para quemaduras, heridas o afecciones dérmicas. "Una mamá se quemó y no le quedó cicatriz", asegura Fitch.

Desde el CONICET, sin embargo, hay una postura más cautelosa. Alicia Damiano, investigadora del organismo, advierte sobre los peligros de consumir placenta mal procesada, ya que puede contener virus o bacterias.

En el ámbito científico, los resultados sobre los beneficios de la placentofagia son ambiguos. Un estudio publicado en la revista Birth Issues in Perinatal Care en 2018 evaluó los efectos en madres que planificaban partos comunitarios. Comparó resultados neonatales entre quienes consumieron placenta y quienes no, sin encontrar diferencias significativas. Tampoco halló evidencia contundente de que prevenga la depresión post parto.

Otro trabajo, publicado en 2017 por el Journal of Midwifery & Women's Health, comparó los niveles de hierro en mujeres que tomaron cápsulas de placenta y otras que consumieron placebo de carne vacuna. La diferencia fue mínima: 0,664 frente a 0,93, respectivamente, lo que sugiere que la placenta no ofrece ventajas relevantes en este aspecto.

No obstante, la placenta continúa siendo objeto de estudio. En febrero de este año, el CONICET propuso ampliar el uso terapéutico de la membrana amniótica para tratar heridas complejas, inflamaciones y patologías cardíacas. "Buscamos simplificar su aplicación, para que no requiera cadena de frío ni ingreso al quirófano", explicó Griselda Moreno, investigadora del instituto. Ya hay casos exitosos con parches aplicados en úlceras por presión, escaras y quemaduras. "Muchos pacientes evitaron amputaciones gracias al tratamiento con esta membrana", señaló Alejandro Berra, director del Centro de Membrana Amniótica.

En un cruce entre medicina alternativa, tradición y ciencia en desarrollo, la placenta se abre camino, lenta pero sostenidamente, fuera del cuerpo que la gestó.

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