06/06/2025
Casi la mitad de los detenidos en Olmos son evangélicos. En muchas cárceles hay pabellones especiales e incluso iglesias dentro de los penales. La Unidad 25, conocida como "Cristo, la única esperanza", es gestionada bajo orientación evangélica, con un director que también profesa esa fe. Hay 250 pastores activos en las cárceles. Uno de ellos se convirtió en guardiacárcel para evangelizar desde adentro.
En la rutina diaria de los penales bonaerenses, un fenómeno silencioso pero cada vez más visible avanza entre los pabellones: casi la mitad de los internos alojados en la Unidad Penitenciaria N°1 de Lisandro Olmos se identifica como evangélico. Allí, la fe no solo se practica; se organiza, se institucionaliza y, para muchos, se convierte en el punto de partida para una vida diferente tras las rejas.
La influencia de las iglesias evangélicas en el
sistema carcelario argentino ha crecido en los últimos años. En varias unidades
penitenciarias existen pabellones especiales, conocidos como "pabellones
evangelistas", donde los internos conviven bajo normas estrictas de
disciplina, abstinencia de drogas, respeto mutuo y prácticas religiosas diarias.
En algunos casos, incluso se han instalado iglesias completas dentro de los
penales, con cultos periódicos y participación activa de pastores y
voluntarios.
El caso más emblemático es la Unidad 25, ubicada en
la localidad de Lisandro Olmos, al igual que la unidad número 1. Esta cárcel es
conocida oficialmente como "Cristo, la única esperanza", un nombre que refleja
la orientación de su gestión. Allí, la totalidad del régimen penitenciario está
atravesada por los principios del evangelismo. Su director, además de
funcionario del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), es también un creyente
comprometido, lo que refuerza el enfoque espiritual del establecimiento.
En esta unidad, los internos participan de actividades religiosas todos los días, desde lecturas bíblicas hasta cultos y estudios teológicos. Se prohíbe el consumo de sustancias, el uso de violencia o amenazas, y se fomenta un ambiente de convivencia que, según aseguran los propios internos, los ayuda a mantenerse enfocados y lejos de los conflictos habituales de la vida carcelaria. La convivencia en estos pabellones es percibida por muchos como más segura y contenida.
La presencia evangélica en el sistema penitenciario
no se reduce a estructuras físicas o reglamentos internos. En toda la provincia
de Buenos Aires hay al menos 250 pastores activos que visitan regularmente las
cárceles, organizan encuentros de fe y acompañan a los presos en sus procesos
de reinserción social. Algunos de ellos comenzaron su camino espiritual tras
pasar por las mismas condiciones de encierro que hoy intentan aliviar desde la
palabra religiosa.
Uno de esos casos llama particularmente la atención:
un hombre que fue pastor voluntario durante años en contextos de encierro
decidió dar un paso más y se convirtió en agente del Servicio Penitenciario. Su
objetivo no fue el de patrullar pabellones ni aplicar sanciones, sino el de
evangelizar desde adentro, utilizando el uniforme como herramienta de acceso y
la Biblia como instrumento de transformación.
Para muchos detenidos, la conversión religiosa representa un punto de inflexión. No solo les permite sostenerse emocional y espiritualmente durante el encierro, sino que también les ofrece una estructura simbólica que los reconecta con valores como el respeto, la disciplina y la esperanza en un futuro fuera de los muros. En palabras de un interno: "Acá adentro, el evangelio fue mi salvación, literal".
A pesar del impacto positivo que relatan sus
protagonistas, no faltan las voces críticas que advierten sobre el peligro de una
presencia religiosa tan fuerte en instituciones estatales. Especialistas en
derechos humanos y organismos laicos plantean la necesidad de garantizar que
estas prácticas no se conviertan en obligatorias ni condicionen el acceso a
beneficios penitenciarios.
Sin embargo, en un sistema carcelario saturado, con
condiciones estructurales deficitarias y pocas herramientas efectivas para la
reinserción, muchos encuentran en la religión una vía concreta y accesible de
transformación. Y mientras la discusión sobre el papel del Estado y la religión
continúa, en los pasillos de las cárceles argentinas sigue resonando una
certeza entre quienes abrazaron la fe: para ellos, Cristo sí entra a la cárcel.
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6 de junio de 2025
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