28/05/2025
El desarrollo digital transformó profundamente a la sociedad y sus formas de interacción. Uno de los medios más antiguos, el libro, no quedó al margen de estos cambios: las pantallas han comenzado a desplazarlo como principal fuente de lectura y acceso a la información.
Muchos niños no han dejado de leer cuentos, pero sí han cambiado la forma en que acceden a ellos. Hoy, las historias llegan a través de pantallas, videos, audiocuentos o aplicaciones, lo que desplaza al libro impreso como formato principal.
El desafío es renovar el modo en que se presenta la lectura. Con propuestas atractivas y adaptadas al entorno digital, es posible reactivar el interés infantil por los cuentos y fortalecer el vínculo con la literatura desde la primera infancia. El desarrollo digital ha transformado profundamente la manera en que las personas interactúan, y uno de los cambios más notorios se ha dado en la forma de leer. Manuel de Amo y Anastasio García-Roca, en su estudio "Nuevas formas de leer en la era digital: de la hiperficción a las comunidades", sostienen que las pantallas han ocupado el centro del polisistema cultural, provocando una diversificación de los textos literarios, que ahora se reproducen no solo en papel, sino también en lectores electrónicos, computadoras, teléfonos inteligentes y tabletas.
Esta multiplicidad
de soportes permite que los lectores elijan el formato que mejor se adapte a
sus hábitos y necesidades. A la par, los autores han comenzado a adaptar sus
obras a estos nuevos medios, lo que ha generado una evolución en la naturaleza
misma de los textos. Sin embargo, estos formatos no han desplazado por completo
al libro tradicional. Según De Amo, si bien los libros electrónicos no han
reemplazado a los impresos, sí han impactado en el proceso creativo, así como
en la forma en que se distribuye y recibe la información.
Con la irrupción de
las pantallas en la vida cotidiana, leer se ha vuelto una actividad casi
constante. Desde la mañana, muchas personas comienzan su jornada leyendo
mensajes en aplicaciones como WhatsApp. A lo largo del día, entre rutinas
diarias como cepillarse los dientes o desayunar, consumen noticias breves o
publicaciones en redes sociales. Este tipo de lectura fragmentada, rápida y
continua ha modificado la forma en que el cerebro procesa la información, al
punto que leer una novela extensa o un texto complejo puede resultar hoy un
desafío.
La neurocientífica
cognitiva Maryanne Wolf, autora del libro Lector, vuelve a casa, alerta sobre
una pérdida de lo que llama "paciencia cognitiva". Según su investigación, el
modo digital de consumir contenidos debilita la concentración y dificulta la
lectura profunda, analítica y sostenida. El hábito de saltar de un mensaje a
otro, revisar redes o leer solo titulares está afectando la capacidad de
enfocarse en narraciones largas. Para Wolf, esto pone en riesgo habilidades
cognitivas fundamentales, como el pensamiento crítico y el análisis complejo.
No todos los
expertos son igual de pesimistas. Enrique Villalba, profesor de Humanidades en
la Universidad Carlos III de Madrid, sugiere que estamos en una etapa de transición.
En diálogo con el diario El Independiente, afirma que los efectos reales de
esta nueva forma de leer se verán con el tiempo. Aun así, reconoce una
paradoja: muchas personas leen a diario en sus dispositivos móviles, pero nunca
han terminado un libro electrónico completo.
Más allá de estas tensiones, la revolución digital también ha dado lugar a nuevas formas de participación lectora. Han surgido comunidades en línea que no solo leen, sino que comentan, amplían, reescriben y reinterpretan los textos. Estas redes de lectores y escritores se conectan a través de foros y plataformas sociales, donde los libros se convierten en puntos de encuentro y origen de nuevas creaciones. Este fenómeno es especialmente visible en el mundo del fanfiction, donde los lectores desarrollan sus propias versiones o continuaciones de historias ya existentes. Un ejemplo paradigmático es Cincuenta sombras de Grey, de E. L. James, que nació como una expansión no oficial de la saga Crepúsculo y se transformó en un fenómeno literario y cinematográfico global.
En este contexto,
la lectura ha adquirido una dimensión social y colaborativa. Según De Amo, las
comunidades lectoras actúan como una "inteligencia colectiva", en la que los
textos se convierten en catalizadores de creatividad compartida. La lectura ya
no es solo un acto individual, sino también una experiencia participativa y
colectiva.
Por su parte, los creadores de literatura han comenzado a explorar nuevas formas de narrar. Aparecen cuentos en realidad aumentada que se leen a través de teléfonos inteligentes, integrando elementos virtuales al entorno físico del lector. Existen también narrativas transmediáticas, como la novela Pomelo y Limón de Begoña Oro, que requiere acceder a redes sociales para completar su historia.
Para los lectores
más jóvenes, se desarrollan relatos con animaciones y cuentos interactivos con
efectos visuales y sonoros que responden al tacto y son esenciales para la
narrativa. Incluso los videojuegos se han convertido en nuevos espacios para
contar historias, como ocurre con Florence, una obra que narra la vida de una
pareja a través de una experiencia inmersiva, visual y emocional.
La transformación
de la lectura en la era digital no solo ha modificado el soporte, sino también
los modos de creación, distribución y consumo. En este nuevo ecosistema, los
desafíos conviven con oportunidades inéditas para la imaginación, la educación
y la cultura. La pregunta sobre si el libro impreso será desplazado por
completo sigue abierta, pero lo cierto es que estamos frente a un cambio
profundo, que redefine no solo lo que leemos, sino también cómo lo entendemos,
lo compartimos y lo creamos.
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