29/05/2025
El trabajo remoto se ha consolidado como un pilar de los modelos laborales flexibles y del bienestar buscado por muchos, pero surge la pregunta: ¿realmente permite alcanzar el tan deseado equilibrio entre la vida personal y profesional?
Desde la llegada de la pandemia, el mundo laboral ha dejado atrás muchas de sus estructuras tradicionales. La presencialidad diaria en las oficinas dio paso a esquemas híbridos o completamente remotos, donde ver a los compañeros de trabajo se volvió algo ocasional. La palabra que domina el nuevo paradigma es flexibilidad laboral, una característica que para muchos trabajadores es ya una condición no negociable. De hecho, quienes no cuentan con esta posibilidad, suelen optar por cambiar de empleo en busca de entornos más acordes a sus necesidades personales.
Según el Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), la flexibilidad laboral implica una
modificación del esquema clásico del trabajador asalariado. El home office se
ha convertido en un emblema de los nuevos modelos laborales y de un bienestar
cada vez más valorado. El estudio "El futuro del trabajo en América Latina y el
Caribe: la flexibilidad, ¿llegó para quedarse?" sostiene que las nuevas
generaciones ven esta modalidad como un estilo de vida. Para ellas, el
bienestar no solo está asociado a un salario digno, sino también a la
posibilidad de decidir cómo y desde dónde trabajar. En este contexto, la
flexibilidad se transforma en una herramienta clave para retener talento y
fortalecer la competitividad empresarial.
Sin embargo, este
fenómeno no está exento de matices. Especialistas advierten que los esquemas
flexibles también traen desafíos importantes que pueden afectar el bienestar de
los trabajadores. Uno de ellos es el aumento de la jornada laboral. Según un
informe de OCC, el 46% de las personas trabaja más horas desde la pandemia,
muchas veces sin una clara desconexión. La flexibilidad, en lugar de liberar
tiempo, puede convertirse en una fuente de presión constante para estar disponible
todo el día. Ariel Almazán, líder de Workforce Health en Mercer Marsh
Beneficios, señala que el trabajo remoto ha comenzado a evidenciar ciertos
riesgos que impactan directamente en la salud mental de los empleados.
Otro aspecto crítico es la falta de interacción social. Un estudio citado por Harvard Business Review reveló que el 40% de los trabajadores remotos experimenta sentimientos de soledad. Aunque las tecnologías buscan acortar distancias, también pueden fomentar el aislamiento. Almazán advierte que esta situación contribuye al estrés, la ansiedad y otros trastornos emocionales. Olivia Segura, socia de Capital Humano de KPMG México, sostiene que cada modelo debe adaptarse a las distintas personalidades. Mientras que algunas personas se sienten más productivas trabajando solas, otras requieren la interacción con sus equipos para rendir mejor.
La comunicación
también se ve afectada. La falta de contacto físico puede generar
malentendidos, retrasos y una sensación de desconexión dentro del equipo. Además,
muchos trabajadores no cuentan con un espacio adecuado en sus hogares para
trabajar, lo que repercute en su salud física y en su capacidad de
concentración. A esto se suma el sedentarismo, otro de los efectos colaterales
del home office, que puede derivar en problemas de salud a largo plazo.
La flexibilidad
laboral representa una oportunidad real para mejorar la calidad de vida y
fomentar entornos de trabajo más inclusivos. No obstante, es clave que las
empresas establezcan políticas claras para garantizar que este modelo funcione
de manera saludable. También los empleados deben aprender a gestionar sus
tiempos, establecer límites y proteger su bienestar. Solo así podrá
consolidarse un modelo de trabajo sostenible y verdaderamente beneficioso para
todas las partes.
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