19/06/2025
Hablar de sexualidad durante la adolescencia implica mucho más que dar información biológica: es acompañar un proceso de construcción identitaria, emocional y vincular.
La adolescencia representa una etapa de transformaciones profundas, tanto físicas como emocionales y sociales. En este contexto, la sexualidad emerge como uno de los temas más delicados, urgentes y, al mismo tiempo, más evitados por el entorno adulto. Lejos de ser un aspecto menor, el abordaje adecuado de la educación sexual en esta etapa puede prevenir problemas futuros como embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual (ETS) y experiencias traumáticas derivadas del desconocimiento o la presión social.
A pesar de los avances en cuanto a derechos sexuales
y diversidad de género, persiste una brecha entre la información disponible y
la conciencia real de los riesgos. Hoy los y las adolescentes acceden a una
cantidad inédita de contenidos relacionados con el sexo a través de redes
sociales, internet y hasta la pornografía, pero eso no siempre significa que
estén mejor preparados para vivir su sexualidad de manera responsable y
saludable.
Según especialistas, los jóvenes viven su sexualidad
con mayor libertad y sin tantos prejuicios en comparación con generaciones
anteriores. La visibilidad de orientaciones diversas, identidades de género no
binarias y la crítica al modelo heterosexual monogámico dominante son parte del
nuevo paradigma. Sin embargo, esa libertad convive con miedos, inseguridades y
presiones: desde el rendimiento sexual hasta la validación social en redes.
La doctora Sandra Magirena, médica ginecóloga y
miembro de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil (SAGIJ),
advirtió que "la presión sobre los adolescentes para tener relaciones sexuales
es enorme". Y agregó que muchas veces "el exceso de información no va acompañado
del conocimiento" y que el consumo de pornografía puede generar disconformidad
o ansiedad sexual. En este escenario, la autoexigencia y el miedo al
"fracaso" se imponen sobre el disfrute y la conexión afectiva.
Uno de los grandes desafíos actuales es precisamente
lograr que el entorno familiar y educativo pueda acompañar a los adolescentes
sin tabúes ni prejuicios. En Argentina, el Programa Nacional de Educación
Sexual Integral (ESI), amparado por la Ley 26.150, garantiza el derecho a una
formación sexual científica, laica y con perspectiva de derechos en todas las
escuelas del país. Sin embargo, su aplicación sigue siendo irregular y, en
muchos casos, resistida por sectores conservadores.
Desde el ámbito médico y educativo, se promueve una
serie de recomendaciones claves para que los jóvenes puedan vivir su sexualidad
de forma consciente y segura. El primer paso, destacan los profesionales, es la
autoexploración, entendida como un proceso de conocimiento del propio cuerpo,
sus respuestas y placeres, sin culpa ni vergüenza. La masturbación es señalada
como una práctica normal y saludable, fundamental para la construcción del mapa
erótico personal.
También se insiste en la importancia de consultar con profesionales si surgen molestias o dudas durante la autoexploración. Dificultades como dolor en los genitales, imposibilidad de penetración o espasmos musculares deben ser evaluadas a tiempo para evitar complicaciones en la adultez.
Otro punto central es entender que no hay un momento
correcto para iniciar la vida sexual. La decisión debe ser personal,
consensuada y libre de presiones externas. En este sentido, el rol de los
adultos de referencia es crucial: deben ofrecer contención, apertura al diálogo
y respuestas claras frente a las inquietudes de sus hijos.
A su vez, se recomienda a los adolescentes
informarse adecuadamente sobre métodos anticonceptivos y cuidados sexuales,
recurriendo siempre a fuentes confiables como sitios oficiales, instituciones
de salud o consejerías especializadas. El uso correcto del preservativo, la
prevención de infecciones y el consentimiento informado son pilares para una
sexualidad plena y sin riesgos.
Del lado de los adultos, también existen
recomendaciones que pueden ayudar a superar el tabú de hablar de sexo con los más
jóvenes. Entre ellas: utilizar un lenguaje claro, llamar a los genitales por su
nombre, enseñar el uso del preservativo, hablar de afectividad y amor sin
idealizaciones, desmitificar los métodos anticonceptivos hormonales y promover
el respeto por la diversidad sexual desde edades tempranas.
En definitiva, la sexualidad en la adolescencia no
puede seguir siendo un tema silenciado o postergado. Acompañar, escuchar,
informar y educar desde el respeto y la empatía es la mejor forma de garantizar
que los y las jóvenes vivan esta etapa de forma saludable, libre y segura.
Porque, como afirman los especialistas, cuanto más conocimiento tengan, mejores
decisiones podrán tomar.
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19 de junio de 2025
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