12/06/2025

El Bona

Defensa revisionista: la propuesta argentina para recuperar las Malvinas

Para recuperar la soberanía efectiva sobre nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, es fundamental invertir en Defensa con el objetivo de "aumentar el costo" para el Reino Unido.

Cada 10 de junio, los argentinos recordamos un hito que reafirma nuestra soberanía: la creación en 1829 de la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas y adyacentes al Cabo de Hornos. Este hecho marcó la voluntad temprana de ejercer autoridad efectiva sobre el territorio insular del Atlántico Sur. Sin embargo, casi dos siglos después, esa soberanía continúa siendo vulnerada por la ocupación colonial y militar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que abarca no solo las Islas Malvinas, sino también las Georgias del Sur y Sandwich del Sur: una porción equivalente al 25% del territorio nacional.

Imagen de las Islas Malvinas captadas por la NASA 20250228

La ocupación británica es, ante todo, un hecho de fuerza sostenido militarmente, que no se ve alterado por los cambios de contexto económico ni por las buenas intenciones diplomáticas. Por eso, el núcleo de este análisis se centra en la necesidad de construir una política de defensa revisionista: una estrategia que asuma la defensa nacional no como una estructura meramente reactiva, sino como un instrumento activo de presión sobre la potencia colonial, con el objetivo de revisar el statu quo en el Atlántico Sur.

Esta propuesta parte de una premisa clara: sin una política de defensa que incremente los costos británicos de mantener su posición, difícilmente se logre crear las condiciones necesarias para forzar una negociación conforme al derecho internacional. La defensa nacional, en tanto única herramienta gubernamental capaz de generar presión real en el ocupante, debe dejar de estar ausente del debate estratégico argentino sobre la cuestión Malvinas.

Durante décadas, el abordaje del conflicto ha sido condicionado por miradas economicistas que postergan el tema a un futuro impreciso, supeditando la recuperación de la soberanía a hipotéticos escenarios de crecimiento, cooperación y desarrollo. Bajo esta lógica, se ha sugerido que solo cuando la Argentina alcance niveles de desarrollo comparables con los de potencias centrales y consolide una alianza estratégica con el Reino Unido, este accedería voluntariamente a devolver el territorio ocupado. Sin embargo, la historia demuestra que ni los ciclos de bonanza económica ni las mejoras en la calidad de vida de los habitantes del continente provocaron avances significativos en la posición británica. Tampoco resultó eficaz la estrategia de seducir a los habitantes implantados en las islas con vínculos económicos o logísticos.

El núcleo del problema reside en que la ocupación es militar. Es esa presencia, respaldada por una política de "aislamiento artificial" concepto desarrollado por la Dra. Mariana Altieri la que permite al Reino Unido sostener el enclave sin dependencia alguna de vínculos con el territorio argentino. Las islas han sido convertidas en un bastión geopolítico británico, autosuficiente en términos estratégicos, desde el cual proyectan poder en el Atlántico Sur, bloqueando cualquier posibilidad de integración territorial con la Argentina.

Frente a este escenario, el desafío no puede ser postergado con argumentos que, en apariencia racionales, diluyen la urgencia de una solución. La pregunta es directa: ¿cómo forzar al Reino Unido a sentarse a negociar, cuando su estrategia consiste precisamente en evitar todo tipo de negociación? La respuesta requiere revisar profundamente el diseño de nuestra política de defensa y colocarla en el centro de una estrategia nacional integral.

Esto no implica, bajo ninguna circunstancia, impulsar una recuperación militar de las islas. El objetivo de la defensa revisionista es aumentar los costos de sostener la ocupación. Se trata de desarrollar capacidades que eleven el riesgo para la potencia ocupante en términos logísticos, económicos y militares, y que pongan en tensión su capacidad de mantener el aislamiento artificial sin afrontar consecuencias materiales.

El corazón de esta estrategia es, entonces, reestructurar la defensa nacional para orientarla específicamente hacia el Atlántico Sur. Esto supone una transformación profunda: aumentar significativamente el presupuesto de defensa (al menos al 1,5% o 2% del PBI), redirigir recursos humanos y materiales hacia la Patagonia, modernizar las capacidades de proyección naval y aérea, fortalecer la presencia militar en zonas clave como Ushuaia, Río Gallegos y Tolhuin, y continuar con proyectos estratégicos como la Base Naval Integrada de Ushuaia o la reconstrucción de la Base Petrel en la Antártida.

Malvinas

La defensa revisionista no niega la importancia de las demás áreas del Estado. La diplomacia, la energía, los recursos naturales, el comercio y la investigación científica deben ser parte del mismo esfuerzo coordinado. Pero ninguna de estas áreas, por sí sola, tiene la capacidad de alterar el equilibrio militar que sostiene la usurpación. Es la defensa la que puede generar un cambio sustantivo en la relación de fuerzas.

Aceptar esta perspectiva implica también reconocer que la Argentina debe asumir un vínculo de rivalidad estratégica con el Reino Unido. No se trata de un capricho ideológico, sino de una constatación empírica: nuestros intereses territoriales y soberanos están siendo lesionados, y la única forma de restablecer el equilibrio es generar un marco de disuasión que obligue al ocupante a reconsiderar su negativa a negociar.

Este enfoque, naturalmente, requiere de una ciudadanía informada y de una dirigencia política que se comprometa con una visión de largo plazo. Exige inversión sostenida, continuidad institucional y una comprensión profunda de que la defensa nacional no es un gasto, sino una inversión estratégica en soberanía.

En definitiva, solo una política de defensa revisionista, estructurada a partir de una visión realista de las relaciones internacionales y del valor de la soberanía territorial, permitirá sentar las bases para recuperar algún día nuestras islas. No basta con esperar a que el Reino Unido cambie de parecer. Es necesario construir las condiciones materiales y políticas para que negociar sea su única alternativa razonable.

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