Viajar para sobrevivir: la ruta silenciosa de trabajadores del norte hacia la Costa Atlántica

Mientras el discurso oficial habla de oportunidades laborales y movilidad del empleo, en la Costa Atlántica bonaerense crece una preocupación silenciosa. Comerciantes y vecinos de localidades como Mar de las Pampas y Villa Gesell advierten sobre la llegada sostenida de jóvenes provenientes del norte argentino, muchos de ellos con promesas de trabajo que no siempre se concretan, quedando expuestos a situaciones de vulnerabilidad social.

Las denuncias se multiplicaron en los últimos días y apuntan a un fenómeno que, según los testimonios, no es nuevo pero se intensifica cada temporada: contingentes de jóvenes que arriban desde provincias como Tucumán, Chaco y Santiago del Estero, en algunos casos mediante traslados organizados, con la expectativa de conseguir empleo en destinos turísticos durante el verano.

Un corredor laboral aceitado

El trasfondo del fenómeno empieza lejos del mar. En Tucumán, donde el trabajo estable escasea y conseguir empleo se vuelve -según describen los propios protagonistas- "casi un acto de fe", un ómnibus con alrededor de 60 pasajeros partió esta semana desde la terminal de Concepción rumbo a Pinamar y Villa Gesell.

No se trata de turismo ni de un viaje recreativo. Es un traslado laboral financiado por el gobierno provincial, destinado a personas que buscan insertarse en la temporada de verano, a más de 1.500 kilómetros de su lugar de origen.

Traslados financiados por provincias, promesas laborales inciertas y jóvenes que terminan a la deriva: denuncias en Mar de las Pampas y Villa Gesell reavivan el debate sobre empleo, migración interna y responsabilidad estatal.

El esquema no es aislado ni improvisado. De acuerdo a información conocida en la propia provincia, el próximo colectivo partirá el 25 de noviembre, y luego habrá nuevas salidas el 3, 10, 17, 21 y 27 de diciembre. En 2024, se realizaron 16 viajes similares, configurando una suerte de corredor laboral norte-costa que parece funcionar con mayor eficiencia que muchas políticas locales de empleo.

Oportunidades... y preguntas incómodas

Desde el discurso oficial, estos programas se presentan como una forma de "facilitar el acceso al empleo" y "acompañar a los trabajadores". Sin embargo, detrás del relato amable surge una pregunta incómoda que atraviesa a propios y ajenos:
¿por qué una provincia debe pagar para que su gente trabaje tan lejos de su territorio?

Aunque nadie lo admita abiertamente, estos viajes exponen una realidad estructural: provincias que exportan mano de obra como si se tratara de bienes primarios. En el caso tucumano, la metáfora se repite entre comerciantes y vecinos: "exportamos trabajadores como limones".

Las familias aceptan porque la cuenta es simple y brutal. En tres meses de temporada, muchos pueden ganar lo que en su provincia tardarían medio año o más en reunir. No se trata de una decisión ideológica ni política: es necesidad.

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— El Bonaerense (@elbonanews) December 19, 2025

La llegada a la costa y la otra cara del sistema

El problema aparece cuando la promesa laboral no se cumple para todos. En la Costa, comerciantes relatan que desde hace días se presentan jóvenes del norte ofreciéndose para trabajar, algunos con referencias, otros sin ningún respaldo formal.

En Mar de las Pampas, vecinos aseguran haber detectado jóvenes que duermen en la playa o en espacios públicos, sin alojamiento ni ingresos. Una joven oriunda de Tucumán contó que logró acceder a empleo y hospedaje, pero admitió que no fue la regla para el resto del grupo.

"Esto pasa desde hace años, pero ahora se nota más", señaló un comerciante de Villa Gesell. "Muchos terminan quedándose, viviendo como pueden".

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Alerta social y pedidos de intervención

Las denuncias encendieron alarmas en sectores locales que reclaman intervención estatal, tanto provincial como municipal. El temor no apunta solo al impacto social inmediato, sino a las consecuencias a mediano plazo: precarización, asentamientos informales, conflictividad y marginalidad.

Según fuentes locales, situaciones similares ya fueron advertidas semanas atrás en otros distritos costeros, donde la visibilización mediática permitió algún tipo de acción oficial. Sin embargo, los denunciantes advierten que exponer el problema sin abordaje integral puede incluso profundizar el circuito.

El temor no apunta solo al impacto social inmediato, sino a las consecuencias a mediano plazo: precarización, asentamientos informales, conflictividad y marginalidad.

"No se trata de estigmatizar a nadie, sino de hacerse cargo", sostienen. "La gente se mueve porque no tiene opciones".

Migrar por necesidad, no por política

En cada asiento de esos colectivos hay una historia que se repite: jóvenes que parten porque en su lugar de origen no encuentran trabajo. El Estado muestra capacidad logística para alquilar ómnibus, pero sigue en deuda con lo esencial: generar empleo en casa.

La esperanza -siempre la esperanza- es que la temporada alcance. Que la costa, al menos por unos meses, permita sobrevivir. Pero el interrogante de fondo persiste y vuelve cada verano: ¿hasta cuándo la solución será subirse a un colectivo y alejarse?