23/06/2025
Aunque muchas veces se percibe como una fuente de estrés, el trabajo también puede funcionar como un ancla emocional que brinda estructura, sentido y conexión social. Diversos especialistas en salud mental afirman que, en ciertos casos, mantener una rutina laboral puede ser clave para aliviar síntomas de depresión y ansiedad. ¿Cuándo ayuda y cuándo no?
Cuando todo pesa y el mundo parece apagarse en tonos
grises, el trabajo puede convertirse en un punto de anclaje, un espacio de
estructura en medio del caos emocional. Para algunas personas que atraviesan
cuadros depresivos, la rutina laboral representa un refugio: una forma de
mantenerse en movimiento, de sostener vínculos, de no ceder por completo al
aislamiento. Para otras, en cambio, es una carga que intensifica el malestar,
una exigencia imposible en momentos donde incluso levantarse de la cama puede
ser una batalla.
La relación entre trabajo y salud mental es compleja y profundamente individual. En tiempos donde la depresión se posiciona como una de las principales causas de discapacidad en el mundo, cada vez más estudios y testimonios apuntan a la necesidad de repensar el rol que tiene el empleo en el proceso de recuperación. ¿Puede ser una herramienta terapéutica o se transforma en un factor que profundiza el agotamiento emocional?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud,
más de 300 millones de personas viven con depresión, y una proporción
significativa de ellas lo hace en silencio, cumpliendo con horarios, tareas y
reuniones mientras luchan internamente contra una sensación persistente de
vacío y desmotivación. No son pocos los que afirman que "seguir trabajando" fue
clave para no derrumbarse del todo. La rutina les impuso una mínima estructura,
una obligación externa que funcionó como sostén cuando todo lo demás parecía
caerse.
Especialistas en salud mental explican que, en
ciertos casos, el trabajo puede ofrecer un propósito, una sensación de utilidad
y pertenencia que resulta vital para la autoestima. "Mantener cierta actividad
productiva, adaptada a la situación clínica de la persona, puede ser parte del
tratamiento", sostiene Mariana Otero, psiquiatra especializada en trastornos
del ánimo. Pero también advierte: "Si no se hace un acompañamiento adecuado, el
entorno laboral puede convertirse en un factor de riesgo, especialmente si hay
presiones, falta de comprensión o un clima hostil".
Ahí radica una de las principales tensiones: cómo distinguir cuándo el trabajo ayuda y cuándo perjudica. Porque no se trata solo de si la persona puede o no ir a trabajar, sino de qué tipo de trabajo tiene, en qué condiciones lo realiza, y si su entorno laboral permite hablar o no de lo que le pasa. En muchos casos, el miedo al estigma impide pedir ayuda o pedir licencia, y empuja a sostener una normalidad forzada que termina agravando el cuadro.
En la Argentina, el ausentismo por salud mental
creció en los últimos años, pero también lo hizo la conciencia social y
empresarial sobre el tema. Algunas compañías empezaron a implementar programas
de asistencia psicológica y licencias flexibles, aunque todavía son la
excepción. En el sector informal o precarizado, directamente, el trabajo suele
volverse incompatible con cualquier necesidad de cuidado.
Por eso, el debate sobre si el trabajo es refugio o
carga no puede darse en abstracto. Depende del diagnóstico, de la red de apoyo,
del tipo de tarea, del contexto institucional. Lo que para uno puede ser un
salvavidas, para otro es una mochila que pesa más que la propia enfermedad. En
el mejor de los casos, el empleo podría ser un espacio cuidado, con margen para
el descanso, la adaptación y el acompañamiento. En el peor, una fuente
silenciosa de sufrimiento.
La respuesta, entonces, no es binaria. El trabajo no
es en sí mismo bueno o malo para una persona con depresión: lo importante es
cómo se trabaja, con qué recursos emocionales, y qué grado de humanidad ofrece
el entorno. Porque, al final, de eso se trata: de poner en el centro a las
personas, no solo a la productividad. Y de entender que, en algunos momentos de
la vida, simplemente estar presente ya es un logro.
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