16/05/2025
Los expertos reconocen el potencial de la tecnología, pero advierten de que las interacciones humanas no se pueden sustituir
La inteligencia artificial (IA) se está integrando en todos los aspectos de nuestra vida. Nos permite crear imágenes y vídeos, mantener conversaciones con asistentes virtuales e incluso está revolucionando la medicina al ayudar en la detección, diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades, incluido el cáncer. Además, se está explorando su potencial para cuidar a personas de la tercera edad y combatir la soledad.
Hasta
ahora, hemos visto sistemas que recuerdan a nuestros mayores cuándo tomar su
medicación mediante una simple llamada telefónica, pero las posibilidades son
mucho más amplias. El siguiente paso son los robots de compañía, equipados con
tecnología para asistir a las personas mayores en su vida diaria. Estos robots
pueden ayudar con ejercicios físicos y mentales, detectar caídas y facilitarles
objetos necesarios.
La
soledad no deseada tiene un impacto significativo en la salud. Aumenta en al
menos un 30% el riesgo de muertes prematuras y también se asocia con un mayor
riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, demencia
y problemas de salud mental como la depresión. Guillermo Lahera, profesor de
Psiquiatría en la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) y jefe de sección en
el Hospital Universitario Príncipe de Asturias, explica que cuando las
relaciones sociales son escasas, las personas pueden caer en un ciclo de
abandono de sí mismas, hábitos poco saludables y conductas que solo agravan la
sensación de aislamiento.
El
pasado julio, la revista Science Robotics publicó un informe elaborado por
investigadores de las universidades de Auckland, Duke y Cornell en Estados
Unidos. En dicho informe, se abordó el tema de los robots de compañía con
inteligencia artificial (IA) y se analizaron los posibles riesgos asociados a
ellos. Los autores argumentaron que a medida que la tecnología avanza, la
conexión social con los robots se vuelve cada vez más relevante. Esta
afirmación se basa en investigaciones previas que sugieren que los robots
pueden contribuir al aumento del compromiso social, la interacción y el
bienestar de las personas de la tercera edad, al tiempo que reducen el estrés y
la sensación de soledad.
Murali
Doraiswamy, Profesor de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento, ve a los
robots de acompañamiento con IA como una solución temporal para personas
aisladas que carecen de otras opciones, «hasta que la sociedad realmente valore
la importancia de la conexión social y el cuidado de personas de la tercera
edad».
Por otro
lado, Isabel Rodríguez, coordinadora del Grupo de Gerontecnología de la
Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), destaca la necesidad de
abordar este aspecto con precaución, para evitar que los robots reemplacen el
contacto humano. Ella sostiene que aunque los robots pueden ser una solución
temporal, no abordan el problema subyacente de la soledad.
Rodríguez
argumenta que las relaciones sociales no se limitan al contacto físico o
simplemente a la compañía, ya que involucran factores como la empatía, el
afecto y el intercambio de sentimientos, aspectos que, al menos por el momento,
los robots no pueden proporcionar. Para Guillermo Lahera, la limitación
principal de los robots radica en su incapacidad para ofrecer la inmortalidad
de las relaciones humanas.
Por otro lado, Antonio López, catedrático de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), tiene una perspectiva más optimista y considera que cualquier tecnología que facilite una mayor comunicación puede contribuir a reducir la soledad no deseada. Sin embargo, reconoce que los usuarios necesitarán cierta formación para interactuar de manera adecuada en un entorno tecnológico en constante evolución.
Isabel
Rodríguez, miembro de la SEGG, destaca la importancia de considerar las
diferencias individuales en la atención a personas de la tercera edad. En este
sentido, subraya que se deben evaluar factores como el estado cognitivo y el
grado de autonomía.
Además,
señala que el lugar de residencia también influye significativamente en las
necesidades de cada persona mayor, diferenciando entre aquellos que viven en
sus hogares y los que residen en residencias. Por lo general, los residentes
tienden a tener un mayor grado de dependencia y, en consecuencia, requieren
funciones distintas en los dispositivos de asistencia, explica la experta. También
se enfatiza la importancia de la ubicación geográfica, ya que las personas
mayores en áreas urbanas pueden acceder a servicios diferentes a los
disponibles en entornos rurales.
Aunque
el informe sugiere la capacidad de los robots con IA para mantener conversaciones
con los usuarios, Doraiswamy reconoce que esta habilidad aún no se ha
desarrollado completamente para imitar una conversación persona a persona.
Antonio López, catedrático de la UNED, enfatiza la necesidad de que la
tecnología incorporada responda a las necesidades y preocupaciones de los
usuarios, manteniendo una perspectiva realista en cuanto a las capacidades de
producción.
Tanto el autor del informe como el catedrático de la UNED reconocen una posibilidad que podría considerarse propia de la ciencia ficción: la posibilidad de que algunas personas lleguen a desarrollar vínculos emocionales con robots. Aclaran que, si bien las personas pueden proyectar sus emociones en objetos, es diferente que la máquina pueda responder de manera genuina a esas emociones. Además, mencionan que ya existen dispositivos que permiten configurar la voz de un ser querido fallecido en ciertos aparatos, lo que plantea cuestiones éticas y emocionales interesantes en este contexto.
A pesar
de estar en desarrollo, en España ya se han implementado proyectos de robótica
en residencias de la tercera edad. Estos proyectos incluyen mascotas robóticas
como PLEO, que ayuda a pacientes con demencia, y robots como Pepper, que
asisten a personas mayores en ejercicios de fisioterapia y cognitivos.
Según
Carlos Vivas de PAL Robotics, la robótica se convertirá en una herramienta útil
para el personal de atención y apoyo a pacientes. La empresa trabaja en
proyectos respaldados por la Unión Europea con robots como ARI y TIAGo, con el
objetivo de promover la independencia y proporcionar atención médica,
manteniendo el control y la autonomía del usuario.
Los
robots en desarrollo ofrecen diversas funcionalidades, como juegos para la
cognición, programas para promover el ejercicio, videollamadas con seres
queridos y asistencia en casos de emergencia. Sin embargo, también se plantean cuestiones
éticas relacionadas con la privacidad y la responsabilidad en caso de
accidentes. La tecnología plantea la necesidad de basar los modelos de
inteligencia artificial y robótica en los derechos humanos, según expertos como
Antonio López de la UNED.
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