Del desierto de Atacama al conurbano: el avance de la ropa descartada del primer mundo y su impacto en la economía local

La comercialización de ropa usada proveniente de Estados Unidos, Europa y Asia se consolidó en 2025 como un fenómeno masivo en el conurbano bonaerense. Ferias itinerantes, locales a la calle y ventas por redes sociales conforman un circuito que abastece a miles de familias y revendedores. El crecimiento acelerado de esta actividad encendió alertas en el sector textil por su impacto productivo, sanitario y ambiental.

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UN BOOM QUE SE ACELERÓ EN 2025

La importación de fardos de ropa de segunda mano registró un salto sin precedentes durante el último año. Según datos relevados por la Fundación Protejer, a octubre de 2025 la actividad creció un 26.538% interanual en cantidad.

Aunque la prohibición para importar este tipo de mercadería había sido levantada en 2022, el punto de inflexión se produjo con la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada y la implementación de un esquema de desregulación comercial. Desde entonces, el ingreso de fardos se multiplicó y alimentó un mercado informal y semiformal en expansión.

CÓMO SE VENDE LA ROPA USADA EN EL AMBA

Una vez en el país, la indumentaria usada se canaliza por cuatro vías principales: ferias en clubes y predios del conurbano, locales comerciales con formato boutique, remates en redes sociales -especialmente en TikTok- y comerciantes de otros rubros que incorporan fardos como atractivo adicional.

Los precios explican buena parte de la demanda. Remeras desde $3.000, camisas a $6.000, pantalones por debajo de los $10.000 y camperas entre $15.000 y $25.000 contrastan con los valores del comercio tradicional. La contracara es la falta de variedad de talles, la imposibilidad de cambios y un alto porcentaje de prendas rotas, manchadas o muy gastadas.

La ropa que descartan países de primer mundo se vende en el conurbano en ferias y redes sociales.

PERFIL DE LOS CONSUMIDORES Y LÓGICA DE CONSUMO

El público que asiste a estas ferias es heterogéneo. Hay quienes compran para uso personal y quienes lo hacen para reventa, como complemento de ingresos. En ambos casos predomina la búsqueda de marcas internacionales y prendas "con etiqueta", asociadas a calidad y durabilidad.

La dinámica reproduce la cultura del descarte: prendas adquiridas por su bajo costo, aun sin certeza de uso, que pueden regalarse o desecharse nuevamente. Para muchos hogares, estas ferias representan la única alternativa para vestir a toda la familia en un contexto de pérdida de poder adquisitivo.

FERIAS, SUBSISTENCIA Y ECONOMÍA INFORMAL

El crecimiento del circuito también dio lugar a nuevos organizadores de ferias, muchos de ellos ex comerciantes textiles. Tras el cierre de locales y talleres, la venta de ropa usada se convirtió en una estrategia de subsistencia que genera empleo precario y sostiene economías barriales.

Los eventos se multiplican cada fin de semana en el conurbano y funcionan como nodos de trabajo para vendedores, revendedores y clubes de barrio que alquilan sus instalaciones. Sin embargo, la rentabilidad es inestable y depende del volumen de ventas y de los costos logísticos.

DEL NORTE GLOBAL AL DESIERTO DE ATACAMA

El recorrido de estas prendas comienza fuera del país. Se trata de descartes textiles del norte global que, en lugar de ser tratados como residuos en origen, se exportan a países periféricos. Una parte significativa llega desde el desierto de Atacama, en Chile, conocido como un enorme cementerio de ropa usada proveniente de Europa, Estados Unidos, China y Medio Oriente.

De acuerdo a Protejer, el 84% de los fardos que ingresaron en 2025 lo hicieron por la aduana de Jujuy. Otros arriban directamente al puerto de Buenos Aires, comercializados por importadoras que venden fardos de entre 25 y 40 kilos a valores que oscilan entre 150 y 500 dólares más IVA.

RIESGOS SANITARIOS Y VACÍOS DE CONTROL

Además del impacto económico, el ingreso masivo de ropa usada plantea interrogantes sanitarios. Los fardos suelen estar tratados con químicos para su conservación durante el transporte, lo que genera olores persistentes y posibles riesgos para la salud.

El Ministerio de Salud recomendó su desinfección previa, pero no definió responsables ni protocolos claros. "La trazabilidad y el control son difusos", advirtió el titular de Protejer, Luciano Galfione, quien alertó sobre la ausencia de estándares verificables.

El enorme basural a cielo abierto en Atacama que sostiene economías barriales en el Gran Buenos Aires.

INDUSTRIA TEXTIL EN CRISIS Y COMPETENCIA DESLEAL

El avance de la ropa importada, usada y nueva, se da en un contexto crítico para la producción local. Según el INDEC, la industria textil operó en octubre de 2025 con apenas un 32,5% de capacidad instalada, el peor registro del año.

Entre los factores que explican esta situación se destacan la eliminación de precios mínimos de importación y la flexibilización de normas de etiquetado, impulsadas por el ministro Federico Sturzenegger. Para el sector, estas medidas habilitan prácticas de dumping y profundizan la pérdida de competitividad.

ENTRE LA NECESIDAD Y EL DILEMA AMBIENTAL

Desde Protejer coinciden en que el consumidor no es responsable del fenómeno. La demanda de ropa usada responde a una crisis de ingresos que obliga a buscar alternativas más baratas. Sin embargo, advierten que el costo ambiental y sanitario del descarte textil importado sigue sin abordarse.

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El interrogante de fondo permanece abierto: con una industria debilitada, controles laxos y un mercado en expansión, ¿la Argentina avanza hacia convertirse en el destino final de los desechos textiles del primer mundo?