22/07/2025
Las periodistas consultadas en el estudio reconocieron que muchas veces se ven obligadas a reducir su exposición, abandonar temporalmente sus redes o incluso cambiar el enfoque de sus coberturas para protegerse.
Las redes sociales se han consolidado como espacios fundamentales para la participación pública, el debate democrático y la circulación de ideas. Sin embargo, también se han convertido en escenarios donde la violencia digital se ensaña de forma desproporcionada con las mujeres, especialmente con quienes ejercen el periodismo con perspectiva de género.
Un reciente estudio titulado "Ser periodista en Twitter", respaldado por UNESCO, confirma que en América Latina, y particularmente en Argentina, las agresiones en línea son más intensas contra las mujeres que contra los varones, con una violencia que apunta no solo a sus ideas, sino también a sus cuerpos, su apariencia física y su integridad emocional.
Hackeos, intentos de
phishing, amenazas de golpizas, ataques sexuales simbólicos y descalificaciones
intelectuales son solo algunas de las formas que adopta esta violencia. Para
las mujeres periodistas, estos no son incidentes aislados, sino parte de un
patrón sistemático que busca silenciar voces y desalentar el ejercicio
profesional en el espacio digital. Como señala la periodista Luciana Peker,
autora de una columna sobre esta problemática, "la violencia sistemática a
mujeres periodistas en redes sociales expulsa, calla, lastima, inhibe y reduce
el impacto de la tarea informativa".
La investigación,
coordinada por Lina Cuellar (Sentiido, Colombia) y Sandra Chaher (Comunicar
para la Igualdad, Argentina), incluyó entrevistas con 28 periodistas y el
monitoreo de 60 cuentas en Twitter, revelando que la violencia de género en
redes sociales está directamente relacionada con los temas que las periodistas
abordan. Quienes trabajan temas vinculados a los derechos de las mujeres
reciben un volumen mayor de agresiones, muchas de ellas con contenido sexista y
violento. En países como Argentina y Uruguay, las menciones sobre el aspecto
físico de las mujeres duplican las que reciben los varones, y se multiplica el
uso de términos despectivos como "feminazi".
Este fenómeno no es
inocuo. Las periodistas consultadas en el estudio reconocieron que muchas veces
se ven obligadas a reducir su exposición, abandonar temporalmente sus redes o
incluso cambiar el enfoque de sus coberturas para protegerse. "Nos callamos, al
menos por un tiempo, para ser menos visibles y menos atacadas", admite Chaher,
quien advierte que esta retirada representa una pérdida concreta para la
democracia: menos voces en el debate público, menos diversidad, menos acceso a
información desde una perspectiva igualitaria.
La violencia digital
también tiene consecuencias subjetivas profundas. En palabras de Peker, "una no
escribe igual con el gatillo en la cabeza de la violencia. No hay libertad con
intimidaciones". Las amenazas y ataques afectan la salud mental, erosionan la
seguridad personal y generan autocensura. No es solo un ataque a una
periodista, es una señal para todas: que hablar, cuestionar o informar desde el
feminismo tiene un costo.
Casos como el de Mónica
Polidoro, una trabajadora rural santafesina que relató a Peker cómo fue
despojada de su herencia por el machismo de su propia familia, ejemplifican la
importancia de que estas historias sean contadas. Son relatos que,
históricamente, no encontraron lugar en los medios tradicionales y que hoy,
gracias al periodismo con perspectiva de género, comienzan a salir a la luz.
Sin embargo, cada agresión en redes contra quienes visibilizan estas
problemáticas pone en riesgo la continuidad de esa tarea.
Organizaciones como Dominemos las TICs insisten en que compartir datos personales en entornos digitales equivale a entregar las llaves del hogar. Es una advertencia clave ante el aumento de estafas por ingeniería social y otras formas de ciberataques, que no solo buscan acceso a cuentas, sino generar miedo y vulnerabilidad.
Mientras tanto, las plataformas
digitales avanzan lentamente. Facebook, por ejemplo, anunció en 2020 que
comenzaría a bloquear publicaciones negacionistas del Holocausto, una señal de
que el reconocimiento del discurso de odio todavía no se traduce de manera
efectiva en acciones preventivas y sancionatorias ante la violencia contra las
mujeres periodistas.
La libertad de
expresión no se garantiza únicamente por el acceso a internet o por la
posibilidad de publicar sin censura. Requiere condiciones reales de seguridad y
equidad. El periodismo feminista, en particular, enfrenta un intento
sistemático de silenciamiento mediante el miedo. En un contexto de creciente
polarización y retroceso de derechos, defender la palabra escrita y las voces
que la sostienen se vuelve no solo una cuestión profesional, sino también una
lucha política y social por la democracia.
COMPARTE TU OPINION | DEJANOS UN COMENTARIO
Los comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de sanciones legales.
23 de julio de 2025
23 de julio de 2025
23 de julio de 2025
23 de julio de 2025