El vicepresidente de Cáritas Misiones, Alberto Barros, criticó duramente las recientes declaraciones del presidente Javier Milei, a quien acusó de emitir conceptos "delirantes" y contrarios a los valores del cristianismo. La reacción del sacerdote se produjo luego de que el mandatario calificara al Estado como "la representación del Maligno en la Tierra" durante un acto en un templo evangélico en la provincia de Chaco.

Barros cuestionó la coherencia del jefe de Estado, señalando que, de tomar en serio sus palabras, debería abandonar su cargo, ya que estaría al frente de lo que él mismo define como un "ente demoníaco". En declaraciones a Radio News Misiones, afirmó que las expresiones de Milei contienen "ignorancia, mentira, crueldad, confusiones y violencias" que, según su mirada, desfiguran el mensaje cristiano y constituyen una muestra clara de anticatolicismo.

El sacerdote fue especialmente crítico respecto de las afirmaciones del presidente sobre la justicia social, a la que Milei calificó como "un robo", "un virus" y "un pecado capital". Barros respondió con contundencia: "Jesús es el que inauguró e inventó la justicia social, que la Iglesia viene predicando y tratando de vivir desde hace 2000 años". Y añadió que este concepto representa todo lo contrario a lo expresado por el mandatario, ya que implica solidaridad, fraternidad, compasión y la búsqueda del bien común.

Para Barros, la postura presidencial no solo tergiversa las enseñanzas de Jesús, sino que además promueve valores opuestos como "la avaricia, el individualismo" y la "crueldad de quien se desentiende del dolor de los sufrientes, jubilados empobrecidos y enfermos sin medicamentos". Según el sacerdote, resulta especialmente grave que estas palabras se hayan pronunciado en el interior de un templo religioso.

En contraposición con la visión del presidente, Barros defendió la función del Estado como una herramienta jurídica fundamental para el beneficio colectivo y el ejercicio del amor fraterno, destacando que la justicia social es una virtud esencial del cristianismo y no un pecado, como sostiene el jefe de Estado.