10/06/2025
En un contexto donde el uso de medicamentos como Ozempic para perder peso se ha normalizado, las ganancias de la industria estética continúan en ascenso y resurgen tendencias que promueven una moda 'femenina y simple' inspirada en lo tradicional.
A lo largo de la historia, los estándares de belleza han cambiado tanto como los sistemas de valores que los sostienen. Desde las figuras voluptuosas del Renacimiento hasta la extrema delgadez de los años noventa o la estética hiperproducida de las redes sociales actuales, la idea de "lo bello" no ha sido nunca fija ni universal.
Lejos de ser un mero capricho
cultural, estos modelos estéticos reflejan las tensiones sociales, políticas y
económicas de cada época. Hoy, en plena era digital, la pregunta ya no es solo
qué se considera bello, sino quién lo impone y a qué costo.
Del
cuerpo ideal al cuerpo como producto
En la antigua Grecia, la simetría corporal y la
proporción matemática eran ideales de belleza vinculados a la armonía del alma.
Durante el Renacimiento, los cuerpos femeninos eran retratados con curvas,
símbolo de fertilidad y riqueza. Más tarde, el siglo XIX trajo consigo los
corsets, las cinturas imposibles y una visión profundamente moralizante del
cuerpo femenino.
En el siglo XX, la llegada de los medios masivos
transformó la relación con la imagen. Cada década trajo su propio ícono: desde
la sensualidad natural de Marilyn Monroe hasta la extrema delgadez de Twiggy o
Kate Moss. El cuerpo ya no era solo portador de belleza: se volvió una
herramienta de consumo. La delgadez, la juventud y la blancura fueron
instaladas como normas, mientras otras corporalidades quedaban fuera del
encuadre.
Hoy, con redes como Instagram o TikTok, la belleza parece democratizada: cualquier persona puede volverse un referente estético. Pero esta apertura también convive con nuevos mandatos. Cuerpos "naturales" que en realidad pasan por cirugías, filtros que afinan rostros y algoritmos que premian cierta estética por sobre otras. La belleza se volvió un producto más del mercado de atención digital.
Diversidad
vs. presión estética
En los últimos años, surgieron movimientos que
cuestionan los cánones dominantes. El body positive, la inclusión de modelos
con diferentes talles, edades o colores de piel, y el auge de influencers que
muestran sus cuerpos sin retoques, pusieron sobre la mesa una discusión
urgente: ¿quién define qué es bello y quién queda afuera?
Sin embargo, la presión estética sigue latente,
incluso en discursos que aparentan promover diversidad. Muchas veces, el
mensaje es que hay que amarse tal como uno es... pero dentro de ciertos límites.
"Está bien tener curvas, siempre que estén en las 'zonas correctas'. Está bien
envejecer, si te cuidás. Está bien ser distinto, pero no demasiado", señalan
especialistas en estudios de género y medios.
Consecuencias
reales
La dictadura de los estándares no es un problema menor.
Estudios de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertan
sobre el aumento de trastornos alimentarios, la ansiedad por la imagen corporal
en adolescentes y la proliferación de intervenciones estéticas cada vez a
edades más tempranas. En Argentina, por ejemplo, las cirugías estéticas
crecieron un 40% en la última década, según datos de la Sociedad Argentina de
Cirugía Plástica.
En paralelo, los varones también empiezan a sentir
esta presión. Aunque durante años los estándares de belleza masculinos fueron
menos restrictivos, hoy crecen los casos de vigorexia, intervenciones estéticas
y consumo de productos cosméticos dirigidos a ellos.
¿Hacia
un nuevo paradigma?
Pese a todo, hay señales de cambio. El arte, la moda
y ciertos sectores de la publicidad comienzan a incluir otras corporalidades.
Las redes, aunque muchas veces refuercen estereotipos, también permiten generar
comunidades que cuestionan esos mismos modelos. La visibilidad de personas
trans, con discapacidad o con cuerpos no normativos abre la puerta a una
belleza menos única y más plural. El desafío, quizás, no sea eliminar los
estándares siempre habrá ideas dominantes sobre lo que se considera atractivo
sino reconocer su carácter histórico, social y cambiante. Y, sobre todo,
recuperar la autonomía sobre el propio cuerpo, más allá de lo que marquen las
tendencias del momento.
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